¿Cómo atender pacientes infantes y adultos mayores?

Tratar con infantes y adultos mayores exige cuidados particulares por parte de los profesionales de la salud, debido a que las edades así lo requieren.

Tratar con infantes y adultos mayores exige cuidados particulares por parte de los profesionales de la salud, debido a que las edades así lo requieren. En estos casos la atención es diferente al resto de la población. Establecer una buena relación médico – paciente, conocer cuáles son las expectativas de los familiares, darles confianza y  despejar cualquier duda son aspectos fundamentales para tener éxito con este tipo de pacientes. 

A continuación compartimos algunas recomendaciones que deben tener en consideración médicos, enfermeros y demás profesionales de la salud a la hora de tratarlos: 

  • Crear un ambiente amigable: Para atender infantes y adultos mayores es necesario crear un ambiente que les permita sentirse a gusto durante la consulta. La decoración juega un rol importante, así como la tranquilidad que  debe transmitir el lugar, los objetos, todo absolutamente todo debe estar pensado en función de lo que éstos esperan recibir de su médico. 

  • Establecer confianza:  Los profesionales de la salud deben mostrarse abiertos a sus pacientes, ponerse en su lugar, comprender sus tiempos. Por eso, lo mejor que se puede hacer es mostrarse afectuosos con ellos, tenerles paciencia y darles la confianza que necesitan para dejarse atender. Algunos serán más reacios que otros, pero a todos hay que darles un trato especial. 

  • Ser comunicativos con los familiares: Tanto infantes como adultos mayores no están preparados para establecer una comunicación directa con los médicos, de ahí que éstos tengan que comunicarse directamente con los familiares. Serán ellos quienes le cuenten sus preocupaciones, padecimientos. De esa relación dependerá -en gran parte- el éxito de la consulta. 

  • Hablar con la verdad: Habrá casos de mayor gravedad que otros, pero lo importante es que los profesionales de la salud hablen con la verdad al familiar. Siendo sinceros, el médico y el familiar podrán trabajar juntos en la búsqueda de la mejor solución para el paciente. 

  • Ser empáticos: Ocurre especialmente con los adultos mayores que sus cambios de humor son constantes. Algunos son menos abiertos que otros o suelen comportarse tal como si fueran niños. Es tarea del médico buscar puntos de encuentro para mejorar esa actitud. Todo esto empieza por desarrollar empatía. 

  • Buscar alternativas:  En caso de ser necesario, el médico debe solicitar ayuda de un equipo multidisciplinario para atender a estos pacientes. 

  • Enfocarse en la atención general: Más allá de la información que pueda facilitar el familiar, muchas veces resulta complicado detectar cuáles son los padecimientos del  paciente. Hacer un chequeo general es indispensables tanto en infantes como adultos mayores. Solo esto permitirá conocer qué está pasando. 

  • Respetar derechos de los pacientes: En este aspecto hay que ser muy cuidadosos porque existen profesionales que no cuentan con el conocimiento y las herramientas necesarias para tratar, por ejemplo, adultos mayores, quienes  tienen derecho a recibir la atención que requieren. Un trato inadecuado puede generar graves consecuencias en la salud del paciente. 

    Así como ocurre con los adultos mayores, los niños también tiene derechos que deben ser respetados por los profesionales de la salud durante el proceso de atención. 

  • Ser un profesional competente: A diferencia de lo que pasa con el resto de los pacientes, los infantes y adultos mayores requieren cuidados especiales. Para esto se necesita contar con profesionales competentes y que tengan experiencia. 

Ocurre, sobre todo, cuando se trata de adultos mayores que no siempre cuentan con el acompañamiento familiar que necesitan por diferentes razones. En estos casos es indispensable que el profesional de la salud mantenga al tanto al equipo del hogar de ancianos, puesto que no es viable tratar con esta población directamente. Pasa lo mismo con infantes que se encuentren en situación de vulnerabilidad. Alguien debe dar la cara por ellos para hacerse responsable ante cualquier situación que escape de las manos del profesional de la salud. 

Garantizar una buena atención pasa por entender que recibir a un paciente va más allá de la consulta. El médico debe involucrarse, conocerlo, saber qué pasa incluso más allá de sus padecimientos físicos. El buen profesional de la salud es el que no se queda en lo físico sino que evalúa al paciente en su conjunto. Saber qué pasa con el estado de ánimo del paciente permitirá comprender lo que ocurre, especialmente cuando se trata de infantes y adultos mayores, cuya población es muy vulnerable. Apoyarse en otros profesionales que igualmente tengan experiencia con este tipo de pacientes es completamente válido.